Mil noches he derramado
desde un atardecer sin horizontes,
llena de hiel por tu regreso;
fugitiva ilusión que encarna
anhelos ansiados y perversos.
Mis ojos se han vuelto
la viva imagen de la oscuridad,
no hay crepúsculo que les eclipse,
ellos opacan toda claridad.
Negras oquedades son,
sin estrellas que iluminen,
en cristales encerrados,
con recuerdos aturdidos,
de lágrimas embriagados.
¿Cuándo vendrás tú, ángel de fuego,
a derretir todo este hielo consolidado?
¿Cuándo será que atentarás
contra mi dolor para salvarme
de este juego macabro?
Aislada yazco, envuelta en olvido,
buscando el camino de vuelta
a tu memoria,
en este anochecer infinito,
desde un ocaso ilusorio
que me mantiene en vilo.