Moriré sin conocer Roma,
ni tus ojos azules mirándome,
ni tus piernas breves.
Moriré sin conocer Passano,
el pueblo de abuelo
que trajo aquí trabajo y nostalgia;
parecida a la que tengo cuando pienso
que pudimos estar cerca, tú y yo,
queriéndonos amar,
aun sin conocer Roma.
Demasiada vieja mi edad
para esperar logros.
Ni tú ni Roma.
Yo sólo abro memorias en mi pecho.
G.C.
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