Juego a ser poeta,
a nombrar una a una las maravillas que te forman
y juntarlas todas en un mismo verso,
como si las palabras pintaran sin un lienzo tu retrato
y alcanzara el alfabeto para encuadrar tu belleza.
Describirte se vuelve, entonces, mi vicio;
dejándome al abandono del capricho ludópata
que me despierta de madrugada o entre la noche
a comenzar el juego de transformarte.
Al medio día ya eres verso,
tendida sobre una hoja de mi libreta
donde te encierro en pensamientos,
donde ya eres un cuerpo abstracto de hermosura explícita,
donde se revolucionan los límites de la representación
y tu belleza enbellece cualquier texto.