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Ecos de infinitas añoranzas,
se escuchaban en el vértice opuesto
de la tarde;
la penumbra lo iba inundando todo.
El silencio herido por la lanza
del olvido,
avanzaba ya sin fuerzas,
trémulo y sediento en su camino.
La tarde cabizbaja y sin ternura,
sollozaba en medio del destino;
las sombras de la noche la seguían.
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