Quiero decir que lamento la pena que siento, pues te has ido y quedé en la región de acá, de este lado del espejo, tú habitas el otro lado, dónde no existe el disimulo. Hay un espacio inmenso, sin paredes, dónde tu ausencia me golpea. Y mi recinto acústico repite como un eco, la resonancia de mi gemido por tu partida...
Pero, no importa lo que dure, pues voy a hacer volar a todas las palomas del planeta y van a repicar todos los campanários, porque eres..., mi mamá, la que me dio la vida y me regaló la primavera en forma de ternura.
Fuiste una brisa tibia que barrió todas mis hojas secas y marchitas, acariciando mis primeras herídas. Y allí dónde las piedras, me cerraron el camino, fabricaste una puerta para que entrara el sol y nacieron en mí todas las estrellas.
¡Fuiste para mí tanto...! y ¡Tan herida herida tu partida...! Pero, quedó en mí, tu huerto... y en él las mieses de tu siembra, que está empecinada en seguir floreciendo, a pesar de la distancia..., de tu momentáneo adiós.
Nunca estaré sola, porque la dicha que me obsequiaste, me alcanza para seguir hasta que de mí no quede nada. Mientras grito, que vamos a alcanzar la eternidad por este amor que cultivamos, y no sabemos de adioses ni despedidas.
¡Te amo, mamá!, tú aún sigues latiendo viva en mí.