Y así,
cuando lo único que tengo
son manos que en la penumbra
van y se desdibujan como sombras
rapaces; luego van
y dibujan luces y líneas
tan extrañas como falsas.
Nadie las entiende, solo yo
¿Y es que quién entra en mí
sino yo mismo?
Como del recuerdo emerge la nostalgia,
así de mis sombras y momentos
más oscuros,
emergen figuras que igual no veo.
¿Dónde estas? Alguna extraña mano
es ahora dueña de ti...
Y de ti, a mí, solo me quedan
las sábanas que ocupaste.
Has ido a donde nadie quiere buscarte
porque nada vales sino para mí
y conmigo.
Y a mí, sólo me quedan mis manos
que algunas vez fueron tuyas
como una cosa:
el objeto y nada más.
¿O eras tú el objeto? A veces
creo que no cuando respondías
a mis llamados.
Lejos... lejos a donde no alcanza
mi efímero deseo.
Lejos, en donde cada escritura
es solo parte de la ignorancia misma.
Allá no me calienta tu cuerpo
y mis manos no te calientan.
Y mi voz no te arrulla
ni tu voz fría me contesta.
Lejos.
Aquí te hablo tan loco
como siempre he sido;
tan loco y disperso.
Un partido comienza, un mensaje llega,
unos ojos me miran y el cuarto,
en mi intimidad,
se vuelve trémulo.
En tu ausencia es silencio
y oscuridad perpetua.
En tu ausencia sólo puede el
sueño dar pasajera calma.
Las manos, miro mis manos...
Ah las manos han de estar buscando
en cada textura de la pared
- que como un ciego, recorro-
una respuesta tan oculta,
como verdadera.
Nunca estoy solo:
me acompañan ella y mis locuras;
ella y mi amor por ti;
ella y mi decepción de mí y del mundo.
Decepción de mí y de lo mío
que muere lentamente.
¿Dónde estás? Pregunto de nuevo.