Hugo Emilio Ocanto

Te amo, te amo y te amo (Poema) -Autor: EDUARDO SANTIAGO- -Interpreta: Hugo Emilio Ocanto- -GRABADO-

- I -
Tu mano entrelazada con mi mano,
recorriendo llanuras en caminos
de tierra, vamos por el mundo solos,
unificadas nuestras albas almas,
*
-nuestra esperanza revivificada-.
Besos gráciles de la frágil brisa
se impactan en tu faz a cada paso
con el viento amoroso en la Natura.
*
Desde el confín de la tierra, nos llama
la inmensidad de nuestras vibraciones
en la promesa del viaje exclusivo
*
que conduce hacia el nuevo continente
para dos, en un sueño de paz sobre
las playas de nuestras pieles mojadas.
- II -
Las playas de nuestras pieles, mojadas
con la marea de nuestro sudor
ardiente, irgue nuestra tenaz locura;
te amo en cuerpo, mujer, y en alma, más
*
de lo que te amé en otros cuerpos, antes
del pulcro advenimiento de tu ser,
desde la calma de mi virginal
arrobamiento te amé Reina mía.
*
Antes: hallarte le daba sentido
total a mi existencia, mas después:
la languidez de mi vida en mi lóbrego
*
firmamento conquista el subterfugio
perfecto en tu fulgor, eternizando
mi consistencia en nuestra efervescencia.
- III -
La mujer de mi vida –toda-, eres, porque así
lo quiso el hacedor
supremo de las cosas, que unió en el beso pulcro,
de nuestros ojos, dos
mundos que eran opuestos, porque apostaste todo
por mi alma compungida, porque siendo tú excelsa
dama, del nocturnal
orbe, la soberana del leal plenilunio,
preferiste, mujer,
de entre las galanuras deslumbrantes de garbos
caballeros, primero, la piel desaliñada
de este harapiento ser
que te ama, porque aún
sin merecer cediste tu sueño celestial
para vivirlo juntos, en el preciso instante
que iba yo a perecer
y en acto de perpetua gratitud, seré dueño
tuyo en nuestro aposento, mas esclavo seré
para ti ante tu trono. Tengo a Dios por testigo
que te he sido fiel toda la vida sin saber
de ti, sin conocerte, mas por este placer
que me das, nada tengo de más para ofrecerte,
solamente poseo mi dermis virginal
que te ofrendo por siempre, pues comprendo que hallé
bajo tu cielo verde -por completo- el sentido
de mi existencia, desde nuestra inusual fusión,
toda mi persistencia que aguardaba enervada
se transmutó en fe nueva cuando por fin llegaste
con tu luz aquel día feliz y sacrosanto.
- IV -
Tú eres mi vida, sí,  mi vida toda,
que cuando te escabulles entre brumas
me siento morir, así me dispongo
tan sólo a perquirir si acaso un día
*
decidirás salirte a precio atroz
-con dolor y con sangre- de mi vida,
de mi corazón… Soy tu cielo y vivo
de tu fulgor, me quedo moribundo
*
cuando te escondes en las noches entre
las umbras de mi infiel desolación,
envuelto en las fatídicas tinieblas
*
de un mundo sin ti, de un mundo sin luz…
Es tu luminiscencia toda vida,
que la ausencia de tu luz toda muerte.
- V -
Concédeme ya mismo -de una vez
por todas-, mujer, la gloriosa suerte,
que injerte dentro de ti un nuevo yo
que renacerá de tu ser, permíteme
*
-mi Reina- crear mi continuidad
y desde tu entresijo emergeré,
para vivir de tu sangre por mucho
más tiempo, -existiré más aunque deba
*
fenecer-, y así no conoceré
corruptibilidad alguna, al fin,
si a partir de tu carne noble puedo
*
conquistar una nueva consistencia
para prolongar la fugacidad
de mi lánguida y fútil existencia.

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