“Hoy ha sido el mejor día de playa del año” decía el mensaje que te mandé. Todavía tenía arena en mi ropa y en mis pies. Me regalaste esa noche la luna, las estrellas y también, ¿por qué no? el comienzo de otra vida, de una vida que quería. Recuerdo nuestras risas, caminando y corriendo entre los juncos, recuerdo tu mirada de niño y tu fuerza de hombre. El aire era limpio y fresco, el frío quiso esperar. Te pregunté, no sé si recuerdas, si alguna vez podríamos dejarnos, y con una sonrisa me contestaste que no, supe entonces que era verdad, como lo supe tantas veces que quisimos alejarnos pero acabábamos buscándonos porque ya formábamos parte el uno del otro, como hoy seguimos haciendo. Y es la brisa de aquella noche la que vuelve a mis oídos y me dice “ve con él”. Muchas veces, ya en verano y bajo el sol, he vuelto por allí; con la luz es todo distinto, pero la magia sigue en el aire, todavía se ven nuestras huellas y se escuchan nuestras voces, y se huele aquella flor que un día me diste; de esa sé que no te acuerdas, o quizás sí; tantas veces me sorprendes cuando pareces metido en tu mundo pero estás atento a todo. Hoy veo esa noche en tus ojos negros donde ansío siempre asomarme, en tu ternura infinita encuentro las sensaciones que me diste, y en tu fuerza la pasión que me entregaste; hoy te mando otro mensaje. “Gracias por ser como eres, gracias por estar, gracias por haberme enseñado a amar”.