El cielo de Turdera se me antoja
menos encapotado que mi alma;
no llora, o lloran gotas que no mojan
o apenas amenazan con la calma
venidera después de la tormenta.
Y yo cumpliendo todos los rituales
por tifones hasta que nada sienta
o que sienta emociones vegetales.
Mas no, el cielo sigue encapotado
de un gris tan homogéneo y carcelario
que hay días que por ésto lloraría.
Mas no, porque el llorar es un aliado
del grito tormentoso y libertario,
y ésto el cielo no lo permitiría.