La fuerte lluvia golpea los cristales de su ventana y la despierta de su sueño en el que evocaba a su poeta misterioso. ‹‹Hoy no podré salir al jardín y el río no escuchará mis confidencias›› decía Mili. Tenía todo el día para terminar de leer aquel cuaderno, porque la lluvia seguía cayendo abundante. Se dispuso en el sofá junto a la ventana y mientras escuchaba el rumor del agua, sus ojos se posaron en aquellas letras bien dibujadas que decían:
Eres…
rosa de mis sueños,
la que vive mil aventuras
en los confines
de la literatura.
‹‹Esta persona me conoce tan bien››, se repetía cada vez que leía un trozo de versos. Y al dar vuelta a la página casi estaría segura de descubrir el juego de ese admirador secreto que en silencio alimentaba la esperanza de conquistar su corazón desde época adolescente. Quizá no quiso ser irreverente…o timidez, que frenó un día el sentimiento que en ella dormía.
Quiero aprender sobre rima
escribir como Bécquer
sobre aquellas golondrinas…
Regalarte las rosas blancas,
Besarlas con esmero
pero, no como el amigo sincero
en los versos de Martí.
Algunas veces pensé…
En la ‹‹Balada triste››
de García Lorca
¿A dónde te fuiste?
Mi rosa hermosa…
Me he quedado
con las alas rotas.
Ed
¿Ed…? ¿Ed...? Se preguntó varias veces, cerraba los ojos por instantes para traer a su memoria el recuerdo quizá dormido, desde la última vez que leyó sus libros de poesía. Recuerda que para evitar juegos de su imaginación decidió convertirse en naturalista y fijó su atención en la conservación de la naturaleza y a tierras lejanas se dirigió hasta que la nostalgia la hizo volver al mismo sitio de su infancia y adolescencia, donde hoy se encuentra tratando de descubrir a su eterno poeta. Ya tiene un nombre, pero su memoria le está jugando una vuelta. ¿Por qué se desmayó la última vez que encontró la rosa marchita? ¿Quién la llevó a casa…?
Al dar vuelta a la siguiente página un boceto de su imagen aparece…también una hebra de cabello, como el suyo …y un capullo marchito… ¿Ed…? ¿Ed…?