Estoy sentando aquí; por esta diestra
del Padre Nuestro, de la absurda ciencia
donde un día maldije mi existencia;
enciendo mi palabra que siniestra
percibe reflexión en sus azores.
Un cascabel violento de luceros,
es un Pegaso nítido de Eros;
amor que sólo trae mil dolores
que se abaten sin voz en tu garganta
al medio de un corcel azul vigía
que se ondula en un continente rojo.
¡Ay! pena de hombre, que en su mal se espanta:
llora, se enferma, se solaza un día...
luego el cuervo se lleva hasta su ojo.
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David John Morales Arriola