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Le conocí casi sin querer;
en una mañana, tal vez llena
de ternura sosegada;
de palabras silenciosas
pululando por el claustro de la concordia.
Le conocí limpiando los goznes de su puerta;
tal vez el ruido
irrumpió en su alma apacible
y tal vez mi torpeza
nos presentó sin querer.
Ahora que le conozco,
su amistad ha acampado
en mi corazón peregrino;
ahora mi afecto hacia usted es verdadero
y sobrepasa cualquier barrera,
cualquier frontera
por muy inhóspitas que sean.
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