Las energías negativas apresan mi divagar romántico;
sobre el paisaje de las letras mágicas...
Las aves cantoras se han retirado;
y en su lugar se han presentado negros cuervos,
que revoletean sobre mis pensamientos.
El cansancio extenúa a la musa,
que habita en mi universo multicolor.
Más intempestivamente, los graznidos cesan...,
Por un espacio de dos minutos,
el mutismo se perpetúa en los brazos del silencio…
Y retorna el trino de las volátiles,
cual concierto de ensueños
en el óleo expectante, del amanecer…
Las escucho, y me deleito sobre el
céfiro contenido de un lacónico suspiro.
Fusionado con la senectud de un verso antiguo,
y perfumado con la afligida deserción de tu amor.
La música trasciende ideales de intensidad,
en el desgaste de los puntos luminosos del ominoso sol,
quien a pesar de su excelsa belleza;
no logran imprimir en mi interior su grandeza y su alteza.
La serenidad se agobia con las letras que revoletean
en giros centrífugos frente al ocaso de la realidad;
donde un punto en una esfera ríe, canta llora
y flota sobre la fantasía de un romance ilusorio;
sobre las luces concentradas en un encuentro divisorio;
que sueña, vive y sufre los acontecimientos de una vida;
sembrado en la distancia de una nostalgia herida;
y adornado finalmente con una ilusión núbil, etérea,
de emociones azules y aéreas.