Quien quisiera tanta aventura
como los peces del mar,
sobre las aguas cristalinas
retiradas del mundanal.
Quien quisiera estremecer
la sal con la arena
y vestir de colores
todas las piedras.
Quien quisiera enardecer
si te desenfrenas
mudar la piel
si el viento quema.
Quien quisiera el aire del huerto
y el gozo del ciervo,
el fino oro labrado
en su bello manto.
Quien quisiera ser golondrina
sin escabullirse entre las ondas del viento,
entre la marea y el firmamento,
quien quisiera oler la tierra bajo la primavera.