Generalmente tus días no suelen ser claros,
ni atiborrados de esferas luminosas;
marrones quizá, de una paleta triste de colores
que llegan a tornarse en negros, pero negros opacos,
es lo más seguro, desconozco porque a tus días
se les a vedado ese brillo
fascinante de las piedras pulidas,
de la lama durmiente de los lechos cristalinos,
de los ojos tiernos de los animales.
Todo lo brillante envuelto en oscuridad,
como polvo de arena en la playa sin sol,
como desorden de nebulosa en un universo infinito.
Todo absolutamente todo centelleante;
las paredes, el suelo, las ventanas,
el sol, los árboles, cada hoja, cada piedra,
cada gota de agua sobreviviente de aquel desastre,
cada persona, hasta la más inmunda, brilla,
absolutamente todo resplandece menos tus días,
que son fríos.