Una alimaña, una garrapata, un incendio de idiotez
es la barata que camina engullendo su repulsivo beso,
en la premura de ajustar sus caderas vomitando deseo
dentro de la oscuridad en el silencio donde se protege,
está esta criatura acicalando sus largas pestañas
con magia que irradia una destreza inhumana,
con temor me detengo, respiro y sigo con las palabras,
estas horribles palabras acerca de una criatura adornada
maquillada bajo el fondo magistral de un paisaje en cenizas
y el sol derritiéndose por la belleza que exprime esta cucaracha
con los condimentos que exhala de su voz en penumbra
sobre todo la luna que inhala secuestrando la noche
en su piel demacrada por el tiempo sin ánimos
a rebobinar el pasado de lujuria y tiempos insanos
donde el amor se privó, gestando el placer de los ingenuos
y la dicha de luzbel rasgando el arpa del placer que ella ocultaba.
Era el frenesí de una vida apedreada por la culpa
de no marginar la despedida de su alma,
cuando mira con sosiego como su carne vomita el verbo
y su cuerpo es exiliado a la fortaleza de la lápida,
donde sus huesos sentirán la penetración de gusanos en celo,
en esa eyaculación inocua de un placer fausto
creado por las monedas que caen melancólicas del infierno
en esa lágrima que lleva yerta en su mejilla ausente y vigente.