Es el licor de medianoche, es el sabor amargo de árboles tallados en la boca, y frutos dulces en los labios, una ternura de raíces propias con las entrañas, el fuego opresor en el alma, la pasión que desborda las arterias y un corazón vibrando con la demencia de la noche, con sus sombras aniquilando los colores [ya basta de tristezas], es hora de reír con el jolgorio y escupir bonitas palabras, donde mi tez se inunda de sicodélicas manchas de obras en total distancia con el dolor que embarga las sonrisas que alguna vez estuvieron tatuadas en esa boca estática. Hablando con un amigo sin ser su amigo, y que le sirve otra copa rota de whisky en la introspección que dilata su estado agudo en torno al dolor que le aqueja, botando el óceano de su mirada quebrada, contando sobre ovejas que le esquilaron la confianza cuando era pastor de los blancos y los negros, en su mandato de creencia y fe. Donde reinaba la paz y también la guerra, siendo la ciencia y el pensamiento, la privación de su existencia y el comienzo de la destrucción de las masas, todos teniendo contradicciones, todos olvidando el amor, todos olvidando el entendimiento, todos olvidando a Dios, sudando herejías al borrar la creación del génesis, inspirados por la frase de \"quién fue primero, el huevo o la gallina?\".
Las ovejas negras y las ovejas blancas se han olvidado del pastor, y el pastor está bebiendo las lágrimas de la misericordia en el templo de los lamentos.
Esperando siglos, a dirigirse al borrador del juicio final. Donde las ovejas no serán carne ni lana, sino que, serán aves cruzando el universo de extremo a extremo.