Me fuí, regalándote la barca
donde pasear tu nuevo éxtasis de amor
cuando tu voz tenue cantaba
escondida en agazapados nocturnos
otras lujurias, risas de un nuevo mar salado
renovado, airado y navegado
en esa barca zozobrada. Me fuí,
soltando el cabo de soga atada,
deshilachada por unas rocas escarpadas,
a mi cintura amarrada por las desdichas,
en tu cintura amarrada por un fantasma,
y me dejé marchar
sin presentarte batalla, mirando mi aliento desmayado,
mirando irse solas mís manos
enajenadas, copadas de ayeres
y bellos amaneceres,
de infinitas palabras de miel enamoradas
Por tus miradas se fue mi mirada
llena de tal vez, llena de vuelve a mí
un mañana, un día sin bruma,
cuando naufrague la barca que te amarra,
amedrentado por el miedo
de las aguas sin calma.
Me ofreciste no marcharme de tu lado
callando el trueno reservado sólo a tí,
y tú lloviendo en cualquier prado.
Me fuí, maldiciendo el ancla que arrastraba
incapaz el llanto vivo que lloraba
amando el sentido placentero de tus canas,
el refugio evitando el desmayo con la charla,
incapaz el llanto vivo que lloraba
de saber amar el cuerpo solamente.
Me marché pero no me fuí.
Sigo aquí, remando,
en una barca quebrantada,
nadando la espera desnuda en el lago
que me alberga, como asustada,
salvando cada tormenta arrebatada,
encaprichada por seguir enamorada.
Eloisa