Andaba alegre y distraida
Por una ancha un via pública
Ignorando lo que provocabas
En aquella tienda de música
Las flores se abrían, lentamente
En prado de blancas y corcheas
Temblando en tu dedo para caer
La última hoja de otoño, impaciente
Cabalgabas corceles salvajes
La exaltación del viajero errante
Hasta los confines de tu reino
Seguida de alegres bacantes
Volvías de allá alforjas cargadas
De aromas y ofrendas de tierras lejanas
De llanto de tierra de alas de hada
De notas que hieren de otras que sanan
Se arremolinaban mariposas
Con curiosidad a tu llegada
Provocando fuertes vientos
Arrancando a las señoras
De alcurnia distinguida
De sus cómodos asientos
Alguien abrió la puerta
Provocando fuerte estruendo
Y ahogando partituras
Precipitóse el mar a dentro
Te aferrabas a tu balsa
Hecha de madera y cuerda
Eras náufrago unas veces
Y otras la propia tormenta
Fueron diez años a la deriva
O quizás fue corto instante
En que crepitando bajo el salitre
Despertaste a la hierba viva