La leña se consume en el fogón,
en sagrado holocausto alimenta al fuego,
florecen las burbujas en la olla,
y a mis labios llega el sabor a patasca.
Los granos danzarines revolotean
golpeando la tapa uno tras otro
cual armonía de lejanos tambores
y el gallo se arisca.
Bajo el tendal, los cuyes,
con la panca de choclos se deleitan,
mientras que sobre el poyo
los chiclayos esperan su turno.
Arde la leña y se transfigura
en humo que tiñe las paredes,
que se esconde entre las grietas del tejado,
y en cenizas que las riega el viento.
Es un rito que se repite a diario,
junto al fogón: las ollas, platos, baldes
y el batán con el chungo en una esquina,
allí juegan dos niños descalzos
esperando la cena.
Llega la noche con su sombra fría
todos corren a la mesa que está servida,
y las manos temblorosas de una anciana
se acercan al rescoldo del fogón.
José Eugenio Sánchez Bacilio