Desvanecientes deseos
que de mi piel se desprenden
y al imposible retornan,
apartados a golpe de decepción,
como forma de protección
ante una ilusión en erupción
sin posible control
y en desastre transformada;
lejos de mi alcance,
envueltos en tristeza
perviven ocultos
de la desgracia de su desnudez,
allá donde el mundo los ignora
y el recuerdo existe,
entre lágrimas de soledad discretas
se escapan desdeñando mis gritos
para la supervivencia de mi alma.
Ángeles eran
para mis demonios voraces,
mis ganas eran producto de su existencia,
mas ya, desprotegida de mí
y en desengaño por mí misma,
bramo su nombre desconsolada
y arrepentida por haber anulado
mis esperanzas
de encontrar en mi mundo
una pizca de felicidad
para alimentar mi sonrisa,
de ignorar mi única oportunidad
para brillar, yo.