Se hacen inútiles los esfuerzos
y vanos los deseos
intentando detener el tiempo,
o al menos, demorarlo un poco…
Cuando ya la piel
se muestra marchita.
Cuando las carnes flácidas
tambalean, ajenas a la vanidad.
La mirada opaca,
firme y profunda.
La voz ronca
ya no quiere gritar.
Y la fortaleza…
Traidora despiadada,
que solo pretende anidar
en el despertar de los cuerpos.
Ajena al llamado
de almas en el ocaso,
ávidas por transitar
los caminos del placer.
Falsa compinche de la vida,
que engaña
prometiendo lealtad
hasta el final.
Hoy abandona sin pudor alguno
la vieja fachada
que habita el ser.
¡Destartalada fortaleza!
¡Bah!, No eres la única, bella juventud.
Tu deserción libera,
tu ausencia
desafía.
Jamás fueron tan intensas
las sensaciones,
tan claros
los pensamientos…
Nunca el alma
voló con tanta libertad.
Ya el espíritu
no está confundido…
Reconoce de donde viene,
sus deseos,
el camino
y el lugar adonde va.
¡El amor ha vencido
a la fuerza!
El sabor del dolor
ya no es amargo…
Es dulce como la vid,
y embriaga
con valientes reflexiones
a la tristeza.
Y las mieles de la lujuria,
maduras y alborotadas,
apuran al corazón
invitándolo a amar.