Vi una gaviota volar alto al horizonte.
Vuelo sereno. Perecía flotar. Parecía estar suspendida en el aire.
Ningún temor, solo confianza. Las corrientes de viento la subían y bajaban casi al compás del tiempo.
Alas extendidas, cuerpo relajado, mirada que se perdía oteando cuanto tenía delante.
¿A dónde se dirigía? ¿Tendría una ruta específica o se dejaba llevar?
Su frágil cuerpo parecía fuerte y vigoroso. Los rayos de sol, a lo lejos, se despedían con su característico variopinto de naranjas y rojos. Calaba la noche dando paso a las estrellas y a una hermosa luna nueva.
Seguía su ruta. La seguí con mi mirada hasta perderse ¿Dónde te diriges pequeño ser alado? ¿Puedes llevarme entre tus alas a esos lugares desconocidos?
Vuela alma serena, piérdete en el espacio etéreo de tu vivir intenso.
No temas y déjate llevar por la brisa existencial. Cansado cuerpo, cansada mirada, cansado corazón amante.
Cierra tus ojos y abandónate. Escucha el canto del aire suave que susurra a tu oído canciones milenarias, eternas. Respira, solo respira y deja que tu luz inunde todo tu ser interno, rayo que se expande dando vigor a tu cuerpo maltratado. Lento girar en tu eje tomando aún más altura. Extiende firme tus alas, recto tu cuerpo, ruta segura.
El secreto del vuelo está en la confianza. Si no confías en ti mismo difícilmente levantarás el vuelo. Piérdone en la lejanía de lo desconocido y una voz escucho dentro que me murmura: confía y basta, confía y ve, confía y vuela, confía y sé.