Entre filos históricos se blandieron guadañas
de la muerte mortal. Esas tumbas histéricas
y tejidas con carnes y que son cadavéricas
y que ondea un adiós al cerrar sus pestañas.
Desde el vientre una madre va llorando su embrión
¡Pobre¡ y pobre los llantos que encendieron la hoguera:
de solemne fusil, de violenta fiereza,
de carnívora esquirla, de un cansado esquilón.
Se vislumbran los cuerpos mutilados y hambrientos
de un rencor en sus ojos de locura, en sus voces
las blasfemias suntuosas de un misil pecador
que golpea la tierra con cuchillos sangrientos
en la Esfinge desértica de la vida. Y los dioses
infinitos sembraron una incrédula flor.
John Morales Arriola