Lo mío poco tenía que ver con la pasión, con la pulsión, con el desenfreno adolescente, con el amor idílico, irreal, cuasi esquizofrenico.
Más bien se trataba de algo armonioso, elegido, amable, construido.
Era lindo, bello, de sonrisas y suspiros. De abrazos cálidos, de miradas tiernas, contemplativas.
De escucharse y decirse. De silencios llenos de palabras dibujadas que solo vos y yo leíamos. De sentido. De pleno disfrute de tomarte de la mano y caminar a tu lado.
Lo tuyo en cambio tuvo más que ver con lo primero que con lo segundo. Con lo fugáz, compulsivo, violento, convulsivo, como un relámpago, lleno de luz y energía, pero que al impactar contra la tierra desaparece, provocando la más oscura de las tormentas.