Porque me sorprendió
la alegría
de saber tu llegada,
corriendo como luz alucinada
antes el oscuro encuentro.
Supe en ese momento
que tu amor era de un día.
Precisé equilibrada
la distancia entre los dos,
supe que había sido fantasía
la que mi alma acunó.
Los abedules me sorprendieron
que sonreían ante mí.
Caminé con los sueños compungidos
por el desencanto
de ver que no crecieron.
Corrió ante mi cuerpo
un aguacero de llanto.
Sentí que la alegría me dio la mano
porque llorar es de humano.
Me dio parte de pétalos blancos,
no tuve que limpiarlos
para llevarlo al campo santo.
Donde enterrada
la ilusión quedaba.
Caminé sin querer lastimar
la hierva
que yo pisaba.
Escuché su sonido como si me hablara,
¡ay de la naturaleza que es tan pura!
como nieve frisada y con olor a frescas verduras.
Y yo con tanto amor
y es igual que nada,
pero no le dañé con mi amargura.