nelida moni

Ernestina

Ernestina

 

Una de esas mañanas, Ernestina, una delicada mujer de mediana edad

alta, algo delgada, cabello castaño, tez blanca y unos ojos

maravillosos , grandes y de un suave color a esmeraldas, siempre

poniendo distancia, casi parca, una sonrisa breve.

Definida en todo, obsesiva en los detalles, daba inicio a su día

medida de agua, medida de café, y a la cafetera, un par de tostadas

untadas, con mermelada de naranja, revisión de provista, lista de

quehaceres , y el recorrido habitual por la casa.

¿Dije casa? imposible,¡ una casona! heredada de su homónima, su \"abuela\".

Reparó la parte, que habitó, luego de su separación, y el resto, le hacía

pequeños retoques, su ayudante en los jardines,

las seguía ejecutando, un antiguo empleado, quien  sobrevivió  a su abuela

Ernestina, había gestado la idea de vender la propiedad- Estaba para

Demoler- (pensaba),era grande y los suministros costosos, su hija,

estudiaba en el extranjero, y el dinero de la venta, serviría para

comprar un pequeño departamento y hacer algún viaje, de paso, visitar

 a su hija, costearle algún pasaje, cuando se graduara.

Ese día, se dirigió a la planta alta, una biblioteca inmensa , abarrotada

de libros y muebles antiguos de caoba, la esperaba; Y su

idea, (ya una decisión tomada)... la venta…

En el cajón del escritorio ( el derecho) habían quedado los papeles

que tiempos atrás, le dejó el escribano ,que realizó la declaración de herederos,  siendo

ella, la única heredera.

Se acomodó, se sirvió un vaso de agua fresca, y retiró la carpeta

 Al momento

de la lectura del testamento, preocupada, en medio del divorcio,

 no prestó

atención a los detalles, ahora al abrir el documento, se deslizó una carta.

No se había percatado de su existencia.

Abre el sobre, y se acomoda en un sillón amplio , de cuero negro, con apoya

brazos , y comienza a leerla.

 Un enunciado simple, como si ella lo hubiese escrito, pero estaba dirigido a ella,

 de su abuela, no había sido la tierna y dulce abuelita

de los cuentos, ella no la recordaba así, de todas maneras, siempre estuvo

-pensó-, con un dejo de gentileza, más que de afecto.

Nuevamente, se acomoda, cruza sus piernas, esto, la incómodaba...¡ una carta !...

Años sin decir nada... y Ahora ¿Qué? ; Se pregunta y comienza a leer

Ernestina:

Si estás leyendo estas líneas, es que habré partido,

no habré remediado mi ausencia en tus cumpleaños, ni el estreno

de tus primeros, Luis quince,(zapatos altos), tu madre, mi hija

decidió casarse con un hombre inapropiado, hostil, malhumorado, no

la hizo feliz, eso llegó a dolerme tanto, que en mi debilidad, me alejé,

en un acto, que seguramente,  declararás, como cobarde, y desde dónde

esté, te daré la razón.

El motivo de esta carta, no es precisamente,  que me perdones, es algo

más importante, algo que guardé para mí, y ahora es tuyo

He vivido a gusto, en esta propiedad, y pasé aquí toda mi vida.

Cada espacio   construido , fue un momento, que desee atesorar, fui hija

extra matrimonial, heredé de mi padre, una parte, como parte de pago

del silencio, de una clandestina relación, de la cual fui fruto,

Cuando, mi madre enfermó, mi padre, me llevo junto a su esposa quién

me crió como a su propia hija, compartió su espíritu noble, me rodeo

de educación, viajes y amor.

Ernestina, de alguna manera ambas, pasamos por situaciones parecidas

. Quiero, que cambies eso,

deseo que vendas la casa, los coches importados tienen detalles ,por falta

de uso, pero tienen, el valor y el prestigio.

Hay en un cajón secreto, en el escritorio, tiene una muesca,  disimulada

en un trabajo de artesanía, allí tienes mis joyas,

son antiguas y de metal precioso.

No he gastado mucho, he tenido todo lo que querido, así que te dejo

algo de dinero, el número de cuenta  y el nombre del Banco, está en el cofre.

Espero que algún día me perdones, pero hoy deseo que seas feliz

 PDTA. Siempre te quise ...

Se incorporó del sillón, dio algunas vueltas por la sala.

Deseó mucho su afecto, su contención. Ahora la necesitaba.

Aún   ahora

Caminó hacia las escaleras, tres generaciones, historias de amor y desavenencias

Nuevamente sacó la taza y se hizo un café, retuvo la carta, era lo más edificante

y cercano, que había tenido  de su abuela, en toda su vida.

Y ahora, ella era dueña de esa historia, y tendría que recrear la propia...

desde otra perspectiva...

                        Fin