Amada mía, quiero que entiendas algo; amar también es disciplina no me perdones sino lo deseas; lo sé, me he equivocado, por ser humano.
Quiero pensar que muy en el fondo existe tu deseo de perdonar lo que tanto has amado; amor, sé que lo harás muy a tu manera.
Amar en constante llanto no es lo correcto, porque se anega el sentimiento en penitencia, y así no quiero amarte, no puedo amarte, no alcanzo amarte; ¿o acaso tú sí?
No cabe la tristeza cuando veo nuestro jardín, y me doy cuenta que las flores empiezan a marchitarse por tanta agua, y pienso en el contraste.
-Las flores con mucha agua se ahogan por tanto, y sin ella mueren en su espera enamorada, terminando secas, desoladas y marchitas-.
Vasta de enojos e insabores, encontremos ese balance que tanta falta nos hace, porque yo soy tierra húmeda ante tus raíces que se aferran en lo mas profundo de mi ser y mis entrañas.
Dime cuantas noches sufres en el amor, y silente lo gritas, dime sí la vida ya no es perfecta para sonreír más a menudo, o que tan imperfecta se ha vuelto para remediar lo que nos entristece.
¡El amor es de dos y bien lo sabes!
¿Que nos hace falta?
¿Cambiar?
No lo creo; date cuenta que así nos enamoramos, así vivimos convirtiendo nuestros defectos en nuestras más grandes virtudes.
Recuerdo cuando te conocí, te vi tan perfecta que en ese instante renací, y no importaba nada que no fuese tu más grande virtud que es haberte conocido.
Hagamos lo que el amor sabe hacer, hagamos eso que nos alienta cada día a dar un beso y un abrazo; hagamos el amor perdonando.
Lo que hoy te digo y siento se le llama vivir y , por eso y más, es fácil perdonar, porque esto simplemente son cosas de enamorados.
Marc Téllez González.