EL CABALLERO DE LAS LETRAS

EL LAMENTO DE LA NOCHE GRANDE

Pasa el viento entre mis manos astilladas,

pasa como ave rebosado de crepúsculo

buscando blasones contra el cierzo

ávido, tentativo, riguroso.

 

Soy otro habitante de esta noche grande.

La acompaño lúgubre ensanchado de melancolía

junto a las estrellas que bogan a su antojo

con brazas desmedidas, sobre la calle blanqueada.

 

Tan pronto, tan ahora.

La misma umbría que arropa al mundo

me atrapa infraganti, derrochando mi reflejo en pena

sobre la luna que surca parsimoniosa en el bodegón estelar.

 

Chasquea el alma derramada en un suspiro 

mientras en este ocaso imponente 

se esculpen las huellas pasajeras del olvido. 

 

Frisan los anclajes del desvelo,

fraguadores de mares que se posaron lóbregos

al mecer de los mástiles náufragos.

 

Me pesa el pétalo entre el clavel y el fuego 

ardiente, abrasador, ceniciento.

Embisten los ecos, los susurros son estruendos,

y a veces mi ser se hace cómplice del frío aliento.

 

¡Cómo me ha pesado este aluvión

de sombras increpantes!

Cada vez que añoro el arado

que fecundó mi corazón de labriego.

 

Oh! gran pena, gran dolor

extiende el tridente con tu silueta

de alas negras y vuela lejos

Ay! vuela lejos sin limite, lo más lejos

y espero que me olvides.