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Confundido por la pétrea silueta
de su desidia funesta;
descansaba en lo alto de su ignorancia,
agazapado en la decadente estancia
de su tormento.
Cabizbajo por la locura constante
de su sedienta melancolía;
destrozaba sus pocos sentimientos
en batallas pueriles cada día,
en combates efímeros
que menguaban su débil y escasa
valentía.
Confundido por la arrolladora maldición
de su vivir;
intuía presagios sorprendentes,
fantasías inanimadas,
sueños, utopías inverosímiles;
proezas irrealizables
en el despertar de su añoranza.
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