La vida perdida está
en una profunda sima,
que, en su negrura,
lacera cualquier rima,
como espinos rasgando
la belleza de un alma pura.
Mas el alma anhela la luz;
se debate en la espesura;
otrora fue fulgente rayo;
un amor vívido en su hermosura;
fija su mirada en el azul celeste;
cubierta por tan milagroso sayo.
El amor que surca el clamor
de la carne en su agonía,
sin la calma de un tierno regazo,
que traiga paz a su melancolía;
no halla tregua en su desdicha;
herido está por mortal flechazo.
Un bravo corazón que lucha
con fuerza cual guerrero
forjado en feroces lidias,
por renacer su latir con esmero;
sin volver la vista atrás;
fijo su sentir en renovadas vidas.