Participo de esta cesación de aires
Que es pronunciarme en contra y firmamento.
Claman mis pulmones en pleno incendio
Gritando por una paz que les es acu(s/á)tica
O remotísima y prestada.
Peno hacendoso con pan viejo amargamente abrillantado.
Susceptible de un llanto que me conciba
Cicatriz de cualquier poema.
Unas líneas apresuradas, fruslerías de mí,
Sentidas sinsentido,
Se despatarran de esta enmarañada vida,
Como las pobres mañas de mi alma de anciano.
Ávido y triste deudo de mis deberes,
Maldito fracaso de-sé-antes y de-cesantes
Cómo-dos cobardes.
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Construyo un andén con las palabras.
Convoco en un gesto mi locomotora, tu humo,
Nuestra procesión de despedidas.
Recluto a pierna suelta manojos de pasajeros,
Pizcas de palomas, pinceladas de café frío.
Invito a sacarle brillo a los bellos durmientes apostados
A diestra y siniestra conflagración de consonantes,
Al llamado incisivo de las vocales más abiertas,
De los oídos más cerrados.
Pues creamos un andamio con tantas palabras,
Y le diluimos pintura de sílabas a las paredes por cubrir
De este presente que nos (zo)zobra.
Hacemos de nuestro peregrinaje
Algo más líquido que la llovizna;
Más espeso que el dolor.