El extraño me besa. Y yo reconozco en sus labios, el sabor de otra boca. Le pido que me abrace. Me lleva a su pecho, me dice que me calme. Entonces, huyo. Gerardo no solía abrazarme....
\"La noche es un espejo y mi corazón, un cuervo iracundo\", solía decir Gerardo y me regalaba una rosa...
Las abstracciones de su piel en mis dedos. La proyección de su cuerpo encima de mí. Solía despertar, solía obligarme a despertar cuando él me amaba. A veces, yo misma era Gerardo. A veces, Gerardo era otra persona y me mordía los labios y los \"te amo\", y los \"te quiero\", eran ecos que se quedaban atrapados en las paredes. Y cuando Gerardo, de nuevo era Gerardo, las paredes eran pequeños cadáveres acariciando mi mano.
Me acostumbré a esa vida. A Gerardo, advenedizo, a Gerardo como una huella, como una forma mutando en su propio caleidoscopio.
Gerardo dentro de mi vientre. Gerardo desapareciendo en una pálida noche.
Gerardo es un espejo.
Y yo soy el cuervo que se mira y de pronto, sigue siendo noche.