La rebelión de las palabras
Las palabras decidieron rebelarse,
no dormir más en libros y en encuestas,
no depender de bocas o de sabios,
no preguntar ni predecir ninguna cosa.
Se fueron a pasear como si fuera día domingo,
se echaron a dormir sobre el pasto de algún parque,
el guardia que las vio dijo que no decían nada,
miraban sin hablar el cielo sin estrellas.
Más bien quiso decirlo, porque como ellas ya no estaban
no le supo explicar a su familia qué pasaba
ni al jefe por qué ya no creía en las cadenas
ni al propio corazón dónde quedaron tantos verbos.
Tampoco nadie preguntó, no había palabras,
no había cómo distinguir una manzana del crepúsculo
ni un beso de mujer de una estación en plena niebla,
no había cómo hallar el apellido de los muertos
ni modo en que nombrar al asesino de sus sueños.
El mundo se detuvo, cómo rotar sin describirlo,
el sol se consumió, cómo brillar sin ser nombrado,
la vida se marchó, “no me distingo de la muerte”,
y el hombre se quedó sin saber qué hacer sin las palabras.
Lo cierto es que ni dios supo entender lo que pasaba,
lo bueno es que el dolor, la guerra, el mal también se fueron,
sólo silencio y sin nombre, sólo soledad y sin sentido
había por doquier cuando se fueron las palabras.
Ninguna se quedó para salvarnos,
ninguna volverá si antes no mides tus palabras.
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