“Sinfín de esqueletos de huesos . . . repletos.”
Se reflejan en mis penas
nostalgias tristes, extremas,
las que exterminan el alma,
la muerte vida desarma.
Corto limitado tiempo
más te sufro menos siento,
entre campanas suspiro
féretros que son de olvido.
Previamente a la penumbra
cavaré mi propia tumba,
la fosa será de tierra
el llanto de aquel que entierra.
Sábana blanca mortaja,
finado desciende, baja,
a entrañas de un cementerio
de los mortales misterio.
Sepelio muy doloroso
cadáver cayendo al pozo
sumergiéndose en la nada
tras palada, tras palada.
Muerte fiel del que la espera
fúnebre caja, madera,
el encierro cruel paisaje
descomposición . . . ¡qué ultraje!
Consumada cochinada
de gusanos marejada,
huesos que serán caliza
la calaca tiene prisa.
De llevarme a sus dominios
pa’ conocer sus demonios,
el fin no conoce edad
la causa una nimiedad.
Vigor frágil como paja
quebradizo que se raja,
la existencia es solo un hilo
que se rompe y queda en vilo.
La pregunta se actualiza,
la incógnita se desliza
sobre el paso al más allá
¿qué consecuencias traerá?
¿De fallecer que te ataja?,
cuerpo, materia piltrafa,
savia que se perderá
nunca jamás volverá.
Defunción irreparable,
¿es la muerte como un sable
que lacera el sentimiento
dando paso al sufrimiento?
La presencia es pasajera,
¿el alma imperecedera?,
¿vitalidad es quimera
o es la cosa más certera?
Morirse no es sólo un viaje
ni ataúd vistoso traje,
polvoso negro camino
¿inframundo es el destino?
¿Sustrato queda o se pierde,
la conciencia te remuerde?,
¿extinguiéndose la vida
en cierto lugar anida?
La muerte es un laberinto,
llegar a lugar distinto,
separarse de los vivos
buscando otros objetivos.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 02 de noviembre del 2012
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