Se acerca sigilosa en el silencio
de las noches,
y enciende las neuronas que deslumbran
las razones.
¡No! Otra vez no. ¡Basta!
Hasta hace poco, eras una desconocida para mí.
¿Cómo has podido introducirte de esa manera en mi vida?
No me interesabas en absoluto; nunca me has interesado
aunque te cueste creerlo.
En mis estanterías se acumulan los escritos de mis amigos sobre ti
y no encuentro nunca tiempo para leerlos.
Y eso que me gusta leer, y escribir,
siempre me ha gustado
pero tú, tú no estabas en mis preferencias, me pasaba…
lo que le pasa a casi todo el mundo, que suelen ignorarte.
Bailaba con otras músicas y plasmaba negro sobre blanco, sin orden ni concierto, todo aquello
que llegaba a mi pensamiento.
Informes económicos, novelas cortas, largas, relatos, microrrelatos…
Hasta que un día… algo abrió mis ojos.
Buscando la forma para encuadrar un relato corto…
y ¡Oh! Mi asombro infinito, la formula exacta
en el formato de un soneto.
Sí, allí estaba lo que buscaba,
lo idóneo para expresar una historia corta:
La primera estrofa
para describir el personaje,
la segunda y la siguiente
para desarrollar la trama,
y con la última, el desenlace.
Y si hay que enfatizar el final… estrambote y mofa.
Y así comenzó todo, con naturalidad. Comprendiendo
que la Musa llegaría con la necesidad de la expresión artística
junto a una idea o a una historia por contar.
Y tomé una decisión. Una decisión seria y determinada.
Adquirí el compromiso
conmigo mismo y con mi familia
de conocerte.
Consciente de la necesidad de autodisciplina, hasta me puse unos objetivos ambiciosos;
la cifra de cincuenta bailes contigo.
Inabordable para un principiante.
Pero hoy, ya van más de cien y el encanto prosigue.
Comencé a bucear por las procelosas aguas de tus mundos sumergidos.
Me acerqué a los puertos de mis compañeros del Alma
y bebí en sus cuencos del néctar agridulce de sus trovas.
Y fui consciente de la alteración de los vocablos cuando hablamos con naturalidad,
y observé que esas vocales que se juntan hablando, son una figura llamada sinalefa,
y su contrario el hiato.
Y que grandes maestros usaban y usan otras licencias como la sinéresis, la diéresis y otras muchas en desuso.
Y comprendí la necesidad de la métrica para la construcción de los ritmos
porque, de la colocación de las sílabas tónicas
depende la armonía y la belleza musical, dotando al poema de un ritmo melódico, enfático o heroico.
Capté el momento adecuado para la media coma
y traté de interpretar el doble sentido de la metáfora
utilizando el lenguaje de los chiquillos.
Y comencé a perder el miedo a las palabras raras.
Puse en contacto palabras de sentido contradictorio
para evocar nuevos significados:
oximorando.
Busqué la mirada impresionista con la sinécdoque o el pandemónium
uniendo palabras de distintos dominios sensoriales en la sinestesia,
y con el flash back, comenzó la locura,
pues de noche, convertida en versos, me asaltas
agolpándote en mi cerebro.
Versos compitiendo unos con otros por salir a flote,
por ser retenidos
hasta la mañana siguiente,
para no caer en el olvido antes de no ser nada.
Explotando en los contrastes,
amontonándose los recursos,
borrándose los recuentos,
una y otra vez.
Así toda la noche,
en locura permanente,
en una posesión
diabólica…
contigo.
Con la poesía.
Cecilio Navarro. 29/10/2015