El corazón nunca
es viejo para amar,
aunque el rostro se marchite
cual flor arrancada
y la piel ajada
marcada por el tiempo
con huellas imborrables,
dejadas por el paso de los años.
Pero nada de eso importa
si por dentro,
la llama del amor
sigue encendida
que aunque no sea
un volcán de lava ardiente
si es, esa llama de amor,
que no se apaga.
Es que aunque la primavera
se haya ido,
en el otoño y el invierno,
esa llama sigue viva
porque mientras el corazón
palpite y se emocione,
se puede seguir soñando
aunque pasen los años.