¡Oh! guerra pavorosa, rugir de los cañones
desprenden los aviones, rosarios explosivos,
volando los morteros; no se toman cautivos
se muere o se camina, no existen los perdones.
Y las vidas se extinguen, sin saber los motivos,
quizás fuera un político, de esos bravucones,
caudillos demagogos, de las revoluciones
que poco les importan, los desastres masivos.
La foto de su novia, llevaba en la cartera
cerca del corazón, para unirse en el cielo,
si un cruel día llegara, esa bala certera.
En un avión, inerte, en el pecho su anhelo
blanca cera voló, en ataúd de madera,
le espera un homenaje, con medalla de hielo.