En la ciudad que no deja ver,
te haces gigante;
a donde vaya, ahí estás.
Te fundes como el crepúsculo
y el anochecer.
Como el grito y tus labios cerrados
que no lo dejan salir.
Como el amor que se hace iris en mis ojos
cuando te han de ver.
Como tus tiernas manos estrechando las mías
cada vez que te quiero sentir.
Como el terco sueño que no rinde ante el alba,
el cual siempre ha de vencer.