Antonela Chiussi

Des-armarse.

Porque ya no se trata de deseo, sino de necesidad. 

Colocar la última pieza del rompecabezas y alejarse un poco para que aparezca por fin el paisaje. Y entonces entendés que ahí estaba, el mismo de la tapa de la caja, que era eso, ni más ni menos. Que es coherente, que es algo más que un montón de piezas dispersas, mezcladas, coloridas -o descoloridas-. Ahora tiene un sentido. Y probablemente aflore la melancolía, la tristeza más vacía. De lo terminado, lo completo, lo explícito. A veces resulta hasta obsceno. Y uno desearía volverse hacia atrás, hacia lo caótico. Donde todavía había esperanzas, fuerzas internas que luchaban por completarlo y deseos inconscientes de que no, que quizás no, que a lo mejor esta vez no se terminaba. Que un ratito más de incertidumbre, a pesar de la angustia, a pesar de la desesperación por resolver, que un ratito más de quedarse inmersos en ese deseo de que no termine todavía