Las gorgonas perdieron sus dos ojos,
innumerables dioses en mis yemas,
tiempos de papel lavando pies cojos
y, un chillido diciendo: «¡Ya no temas!».
Dos de la tarde, pasan tres mendigos,
también cuatro gemelos, ¡qué locura!
sacian sus intestinos de mil trigos,
de quejumbre paterna de amargura.
Se hizo de noche sobre esos lirismos
con sollozos de luna en misticismo,
y, murióse el susurro de una voz.
¡Oh!, qué grandes dolores en ignotas
guadañas van trenzando ánimas rotas
desde los minotauros de un adiós!
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John Morales Arriola.