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Como espectro alucinante,
como un ser cósmico de luz,
queda mi avidez en aclamar tu voz,
y es esencial tu encomio petrificante,
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cuando es penitente pernoctar,
en yerros sin permuta alguna,
desde que el trance del trayecto,
con inicio, se encrudece e integra,
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desde cero a cien millas de distancia,
lo que es una huérfana luz que traspasa,
un celeste cuerpo de translúcido espacio,
y queda en desiertas memorias su camino,
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desde su origen de nieblas oscuras,
de una noche en frías tinieblas,
donde se lleva a cabo una procesión,
de desafíos pertinentes de cruces impuras.
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