Tengo congelado el tiempo
que soportan los huesos
y la punta del desatino
por tanto cansancio
que elaboramos en el camino.
Y la palabra amiga
esa que no llega,
que cuando se entrega
nos calma la fatiga.
Hoy me siento aún con tristeza
y me inunda el alma la pereza
de verte caminar
apoyado de lo inseguro.
No es que la vida
para mi tenga apuros
inaguantable.
Es que me faltan fuerzas
para soportar
tus quejas variables.
Porque se caen
tantas hojas en las tardes,
cuando el viento
siempre es el mismo.
Yo guardé en mi libro
las que sobraban del árbol
que quedó seco por el rocío.
Pero las que yacen en el suelo
son necesarias
para ver el desconsuelo.
No me culpes del todo
por el tiempo perdido,
no miras que el otoño pasa
y estoy contigo.