Aquella noche, te perdí..., cuando
entre brisas de estrellas apagadas,
unos agónicos espectros crujieron
cual viejos violines moribundos.
Me quedé en silencio profundo,
acurrucada entre las sombras
que oscuros nubarrones ofrecieron
ante tantas mentiras mezquinas.
Deshojando mi jardín en primavera
esperé sola, en la gran noche vacía,
sin tus deliciosos suspiros y caricias.
Me encontré desnuda en la arena,
sin el eco de tus olas que cantaban
cuando bañaban mi playa solitaria.
Alejada, ya..., de todos los bullicios
llora el alma..., desconsolada,
al comprender el dolor de su epitafio.