Era mi alma taciturna hasta que tú llegaste;
La brisa del amanecer congelaba mi piel,
Y entumecidas, mis manos tiritában de frío:
El brillo de la mañana se escondía detrás del toldo gris
Que las nubes formaban.
Todo era invierno cuando tú no estabas,
Todo era vacío, húmedo y frío.
El lodo del camino atascó las ruedas de mi carreta,
Y gasté mis fuerzas en vano, empujando mí destino
Sin lograr avanzar.
Las tardes eran un cúmulo de sueños rotos;
Abandonados y olvidados en un oscuro rincón.
Mi corazón deshojaba la esperanza de encontrarte,
Y en cada pétalo roto encontraba sosiego y confianza.
Todo era vácio y triste cuando tú no estabas,
Todo era soledad.
Eran para mí, tardes las mañanas,
Y el amanecer sabía a noche recién nacida;
Y la melancolía atascó el túnel
Que daba paso a las arenas movedizas de mi reloj.
Todo era gris:
Aunque no todo;
Aun quedaba una chispa escondida,
Una braza encendida entre las cenizas,
Una mirada profunda sin explorar,
Una mirada tuya que me hizo enamorar.