Sigo tus pasos…
Me enorgullezco con tus logros;
siento como propios tus fracasos;
palpo tus alegrías como esa tierra mía.
Huyo de la altivez,
que hunde sus pies en el fango de la envidia.
Mi corazón es como la mies;
desconoce la vejez y la cruel insidia.
La amistad no engaña, ni es lisonjera;
brota ferviente del interior
con admiración sincera,
que ve al amigo como un bien mayor.
La amistad no conoce la derrota;
persevera tenaz en las alegrías
con firmeza pétrea y devota,
mientras llora ante unas manos vacías.
La amistad no conoce el tiempo;
junto a ti, mi silencio se hace eternidad;
junto a mí, tus segundos fluyen como el viento,
cuando compartimos risas de una era solaz.
La amistad no conoce de colores;
solo ve en el otro un corazón afín,
que ennoblece su camino con amores,
en un diálogo de excelsas almas sinfín.