Oh mis días felices de diciembre,
Ensueños que sus horas me brindo,
Cuando a solas y sin decirte nada
Me extasiaba contemplando tu candor.
Tu acaso no sabías lo que era
Esa voz que sonaba en tu interior,
Esa hoguera que entonces era llama
Y prendía en el fuego del amor.
No lo sabias… y en mi ser sentía
La amargura de un hondo desamor…
¿Qué me importaba el mundo,
si tu no me querías…
A que luchar, si ya no estabas tu?
Y después… muy tarde era…
Ya la locura colmaba mi razón,
¡me sumí con mi sueño en las tinieblas,
Ofrendando en holocausto el corazón!
Tú buscabas desierta en el vacío
Un fantasma que de tu lado huyo,
Y tratabas en vano de atraparlo
Buscando en otros seres el mejor.
Y ya lo ves, fue vana la espera,
Ya se fugaba de tu vida la ilusión,
Tejiste en el aire mil quimeras
Que el viento se llevó y las destruyo.
Porque tardaste… cuando ya no había
Alegrías en mi alma regresabas tú…
Fue tanto el estupor que me envolvió
Que de mis labios no brotaban las palabras
Que en mis versos te digo sin temor.
Y es que el mundo que se idealiza,
No se puede en palabras expresar,
Es un grito que colma los sentidos
Pugnando en nuestras bocas por brotar,
Y se siente ese nudo en la garganta
Que en sollozos dejamos estallar,
Es contemplar su rostro sin tenerlo
Mirándolo en las nubes esfumar.
Se feliz, no te entierres también en las tinieblas,
Busca el ser que a tu amargura ponga fin,
¡Si yo no puedo ofrecerte más que sueños,
Que un mañana habrán de concluir!