liborio cantillo

LXXXIV

Oh mis días felices de diciembre,

Ensueños que sus horas me brindo,

Cuando a solas y sin decirte nada

Me extasiaba contemplando tu candor.

 

Tu acaso no sabías lo que era

Esa voz que sonaba en tu interior,

Esa hoguera que entonces era llama

Y prendía en el fuego del amor.

 

No lo sabias… y en mi ser sentía

La amargura de un hondo desamor…

¿Qué me importaba el mundo,

si tu no me querías…

A que luchar, si ya no estabas tu?

 

Y después… muy tarde era…

Ya la locura colmaba mi razón,

¡me sumí con mi sueño en las tinieblas,

Ofrendando en holocausto el corazón!

 

Tú buscabas desierta en el vacío

Un fantasma que de tu lado huyo,

Y tratabas en vano de atraparlo

Buscando en otros seres el mejor.

 

Y ya lo ves, fue vana la espera,

Ya se fugaba de tu vida la ilusión,

Tejiste en el aire mil quimeras

Que el viento se llevó y las destruyo.

 

Porque tardaste… cuando ya no había

Alegrías en mi alma regresabas tú…

Fue tanto el estupor que me envolvió

Que de mis labios no brotaban las palabras

Que en mis versos te digo sin temor.

 

Y es que el mundo que se idealiza,

No se puede en palabras expresar,

Es un grito que colma los sentidos

  Pugnando en nuestras bocas por brotar,

 

Y se siente ese nudo en la garganta

Que en sollozos dejamos estallar,

Es contemplar su rostro sin tenerlo

Mirándolo en  las nubes esfumar.

 

Se feliz, no te entierres también en las tinieblas,

Busca el ser que a tu amargura ponga fin,

¡Si yo no puedo ofrecerte más que sueños,

Que un mañana habrán de concluir!