Mi dulce amor, eres como el agua clara;
cristalina como las gotas del rocío;
hermosa como lágrimas de lluvia
en los albores de la primavera.
De nuevo, ¡ojalá te viera!
Tu recuerdo discurre dentro de mis entretelas;
al socaire de un vendaval,
que rompe furioso
en un mar de soledad completa,
cual barco varado de raídas velas.
Siento tus manos aferradas a las mías,
asiendo el amor que partió un día,
enterrado a fuerza de desventura
entre abandonada tristeza
y trazos de locura.
No deseo dejarte partir;
tu memoria aviva la pasión, que otrora sentí.
Vivo entre dos mundos:
entre el cielo y el infierno;
a solas, evoco el bien que perdí.