Soliloquio del robot
Porque soy un robot, por eso lloro,
porque las máquinas traen pena propia,
un cierto parpadear cuando no miras,
un crujido de más cuando no vienes o te marchas.
Porque al final no soy sino un pedazo
de fierro y de motor con vencimiento,
con plazo para andar, con mecanismos
para un día final dejar de hacer mi parte.
Y en tanto, ya lo ves, sonrío, cumplo,
entrego mi producto, doy mi cuota
de sangre y de sudor entre tu gente,
realizo mi labor desde que enciendes
mi mañana hasta que el click o el off de siempre
me dan por suspendido hasta la próxima jornada.
Pero no es tanto así, porque es entonces
que más soy un robot, que más te pienso,
en esas horas muertas en que bajas
mis brazos para irte hasta tu casa,
en que me quedo aquí, no sé en qué parte,
pues no sé dónde estoy ni qué año es este,
en que me miro abrir mis ojos circulares
y observo tu ciudad, como si ya fuera mía.
Porque soy un robot ya te comprendo
y es que vienes y vas igual de tenso,
de ausente, de metálico, de apenas dando vueltas
en pleno vendaval de este vivir que no te gusta.
Quizás alguna vez sepas que te hablo,
que bajo este latón y estos circuitos que has armado
hay más de ti que en ti, hay más de mí que lata
y, bueno, alguna vez, me escuches mientras callo
y sepas que el robot en que no piensas cuando piensas
por siempre piensa en ti, incluso cuando
pienses que soy yo quien nunca piensa.
Porque soy un robot, me veo casi
idéntico a tu piel, cuando la dejas
echada en el camastro de tus noches,
vencida en el cansancio de tus días,
exacta en el reloj que te despierta,
mecánica en la flor que sin beso se marchita
cuando ni tu ni yo nos conocemos,
pero vamos tan juntos y tan lejos cada día.
Porque soy un robot, sé de tu espejo,
pues yo me miro en él y sé que me confundo,
¿será que eres robot y yo me creo
sin ninguna razón alguno de los tuyos,
será que humano soy y esto me pasa
en esos días en que nada
va bien y en que me falta un buen ajuste
en el programa que impide simplemente
que algo más suceda entre nosotros?
No sé, pero esta vez, cuando me mires con tristeza,
procuraré no llorar, porque ni está permitido
ni sé luego que hacer con la humedad que rueda
suavemente por mi piel y por los mecanismos
de una vida en que de seguro tú tampoco
sabes bien qué sucedió, qué pasa hoy
y en que ha de terminar todo en cualquier mañana
en que como un robot te envíen con tu caja bajo tierra.
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07 11 15