Como pétreas gárgolas inertes,
El corazón más duro que el diamante,
Asistimos impávidos, distantes,
Al triunfo repetido de la muerte.
La conciencia llena de telarañas,
Principios y bases morales rotas,
Que nos preocupan más nuestras mascotas,
Que los niños que mueren en las playas.
Defendemos derechos sin medida,
Olvidándonos, muy frecuentemente,
Que no hay mayor derecho que la vida.
Qué innecesarias todas esas muertes
Escapando de la guerra, a la deriva,
De condenados por nacer sin suerte.
Noviembre de 2015
Jose Cruz Sainz Alvarez